lunes, diciembre 21, 2009

Cómo iniciarse y por dónde comenzar







Son muchas las personas hoy en día que quieren iniciarse, pero no saben por donde empezar.

Superadas las primeras etapas de conversaciones y diálogos al respecto en la pareja hay quienes quieren iniciarse, pero no tienen la más mínima idea de cómo es eso.

La información que existe en Internet al respecto es muy escasa y escueta. Todos dicen que la primera experiencia fue un impacto emocional muy grande, algo que les partió el alma, pero que después a las otras no tuvieron ningún problema y la pasaron muy bien. Están las clásicas advertencias de la NASCA (La Asociación de Swinger Americanos), recordando que hay que tener cuidado, que la primer experiencia puede ser también la última y el clásico consejo de que si hay dificultades y problemas en la pareja, con este tipo de cosas en vez de resolver se suele agravar todo.

Más allá de esto, nadie dice como puede ser un camino de iniciación que sea lo más indoloro posible y permita cruzar el río de alguna forma, ya sea nadando, en bote o encontrando un puente.

Me parece a mí, es una opinión enteramente personal, que ir a una cama para cuatro, la primera vez y de entrada, con una persona que hace 15 años que se conoce, es un disparate mayúsculo. A eso se llega luego de un proceso, pero querer partir de allí es arriesgar mucho en términos afectivos; para hacerse una idea de lo que significa es como querer aprender a nadar tirándose al agua en alta mar. Para aprender a nadar existen piscinas y para los principiantes, flotadores. Habrá quienes no los necesiten y al tirarse al agua inmediatamente nadan, pero me temo que es un gesto de osadía que puede salirnos caro.

Hay diversas formas de llegar a eso, educando la sensibilidad hasta encontrar placer en lo que se hace. Se sabe, que no hay camino, que se hace camino al andar. Cada cual tendrá su forma, su manera, su modo propio de sentir las cosas.

Lo que voy a poner a consideración son los distintos aspectos que esto conlleva y cómo luego se verá, se comprenderá que hay varias situaciones diferentes que están contenidas en lo mismo. Sea cual sea el camino propio y personal, iniciarse implica –creo yo- contemplar la dificultad creciente que encierra el salto que supone vencer el miedo a la escena primaria (ver al otro haciendo el amor con alguien).

Primera observación

Hay una escena primaria que atormenta durante años y que luego excita e inhibe todo junto a la vez, hasta que al final se vuelve deseable. Es ver al esposo, la esposa, el compañero sexual en brazos de otra persona. Cuando se llega a un deseo de esta índole es porque comenzó a darse un proceso interno de transformación en lo contrario del material reprimido durante años.

Una cosa es la fantasía y otra muy diferente es la realidad. En lo imaginario no hay retroalimentación, nada nos devuelve el mensaje inicial para ser recodificado y modificado en función de la realidad. Para vivir con plenitud algo es muy bueno imaginarlo primero, pero no es lo mismo vivirlo, que visualizarlo interiormente.

El salto cualitativo que implica dejar la fantasía y llevarla a la realidad es duro, es difícil y cuesta. Cualquiera entiende que la sola fantasía, en realidad, es peor que la misma realidad, y que bien visto, más vale vivirla lo antes posible que seguir fantaseando con la escena primaria.

Aquí conviene tener en cuenta una cosa; la escena primaria, no es lo único que está en juego, pero es lo único que suele preocupar e interesar. Secuestra la capacidad de ver más lejos y paraliza el entendimiento al punto que no permite considerar aspectos secundarios pero igualmente importantes.

Segunda observación

Tanto en un trío, como en un cuarteto o en un grupal se lo conciba como sea, interviene:

1) El placer de ver –voyerismo-. No es que vea a mi mujer o que ella me vea a mí, sino que ver es un placer y en este caso, el ver, es conflictivo.

2) El placer de mostrarse, exhibirse y actuar. No es que inhiban los demás si se es exhibicionista, el tema es que no estamos acostumbrados. Nuestra representación básica del acto sexual esta ligada a algo que se hace entre dos personas. No tenemos otros reflejos, todo el equipaje instintivo está flechado en un solo sentido: Realizar el amor con otra persona y más nada. No existen los demás: existe él y ella.

En el primer trío por ejemplo, no sabemos como ubicarnos, en que posición ponernos y por donde empezar, al segundo y al tercer trío ya tenemos claro de que forma operar en función de nuestras preferencias. Uno le da primero, el otro después, uno le hace sexo oral a ella, y ella le hace sexo oral al otro: todo eso que es la riqueza de las relaciones, no alcanza con imaginarlo hay que coordinarlo con otras personas.

Como no tenemos representaciones vivenciales sostenidas en el tiempo y alimentando los reflejos condicionados del sexo; las primeras experiencias cuestan, exigen encontrar el indicador, la señal interespecífica que más placer nos genere.

Pasada la primer experiencia organizamos la cama para tres que más nos agrada.

Tercera observación

Si bien en un trío ya aparecen los elementos psicodramáticos fundamentales a escala somática y corporal; los roles, el papel de macho dominante, macho Alpha, el lugar de la mujer como dadora, el rol del invitado, en un cuarteto ya opera una psicodinamia, un ritmo del movimiento sexual entre cuatro personas. Al principio es conflictivo –no porque esté la propia mujer o el esposo, puede ser un cuarteto con otras personas- sino porque la dinámica grupal que cuatro personas plantean exige ritmicidad. Para eso se necesitan formas de pre-estimulación.

La manera correcta de ir a un cuarteto y que sea placentero para todos es la siguiente:

1) Empezar bailando y jugando entre los cuatro. Es decir pre-estimular en forma indefinida la situación grupal.

2) Seguir bailando pero apuntando a la mujer y el hombre de la otra parte y comenzar a acariciar y a tocar lúdicamente.

3) A medida que se va dando una excitabilidad empezar lentamente a desnudar a la otra persona, siempre bailando y jugando.

4) Sin apuro, pero en forma constante iniciar la relación sexual.

Esa es la forma correcta que consiste en ir de lo indefinido, a lo definido hasta que toma forma y luego se entra en sexo grupal. Ahí sí, el movimiento entre los cuatro toma un ritmo que es placentero y excita.

De todo esto se deducen una serie de conclusiones que tienen valor práctico:

Primer consejo

La pareja son dos personas y, por ende, son dos opiniones que hay que conjugar. No alcanza con el parecer de uno solo de ellos.

Hay gente que tiene experiencia en tríos e intercambios antes de haber formado esa pareja. Esos corren con una ventaja. La mayoría busca la experiencia por fuera, como forma de vivir el trío o el cuarteto sin el problema que conlleva hacer eso mismo con una persona que hace 20 años que se conoce.

Si se lo piensa fríamente lo que están planteando es correcto: una cosa es la escena primaria –ver al otro miembro en brazos de otro u otra- y otra cuestión diferente es la dinámica grupal del sexo cuando deja de ser algo que se hace entre dos.

Si se juntan las dos dificultades, por un lado el impacto emocional de ver al otro o la otra y por el otro la rara dinámica que psicodramáticamente puede darse, esa primera experiencia puede ser muy desagradable de metabolizar y procesar interiormente; puede distar mucho de la necesaria auto afirmación que se requiere para seguir entablando nuevos acercamientos.

Los tríos infieles son una forma de quemar instancias y auto educarse al respecto, pero es la experiencia unilateral que un miembro aislado de la pareja está haciendo. Saber más, en este caso, exige maestría y confianza en la capacidad de conducir al otro.

Mi opinión es la siguiente: Si es tan, pero tan difícil cruzar el río lanzándose al agua, y aún con flotadores infieles sigue siendo complejo; lo mejor es intentar el intercambio en habitaciones diferentes, hasta que el terreno madure y se asiente interiormente.

En este caso, la escena primaria sigue en la imaginación, pero más realista y la relación no pierde el carácter de algo que se hace entre dos; no implica un ritmo nuevo, ni un cambio de roles psicosomáticos y nuevos reflejos y excitantes.

Segundo consejo

Para un cuarteto se necesita cierta ritmicidad. Ocurre que todos no son hiper kinéticos como para darse cuenta que se requiere cierta danza del coqueteo, cierta ceremonia del cortejo, cierta música de fondo y bailable para ir entrando en calor.

Puede que sea más apropiado, de pronto, no empezar por un cuarteto, como muchos quieren, en una de esas como factor desinhibidor puede ser mejor un trío. El problema del trío es de carácter cultural. Si el tercero es masculino, él, arriesga mucho, y si es femenino, ella, puede sentirse mal. Con el tiempo se lo ve como una tontería, pero al comienzo no es un tema menor y no lo es porque en la primer experiencia está en juego la autoimagen de la pareja. A muchos el primer trío les deja un gusto raro en la boca al otro día, una sensación desagradable; Sienten que dieron más de lo que recibieron.

Hay que tener en cuenta una cosa –al menos para conjugar, no estoy diciendo que así deba forzosamente ser- que si bien el cuarteto es equitativo y justo en términos del dar y recibir y el trío no, para que sea equitativo hay que hacer otro en sentido inverso, el trío tiene una ventaja muy grande: no exige el ritmo y la sincronización que requiere el cuarteto y por ende, permite concentrarse mejor en lo que se hace. Resuelve tanto el placer de ver, como las inhibiciones que suscita la escena primaria. Genera una situación amistosa que hay que reivindicar, porque el tercero, el invitado, también está haciendo un esfuerzo por alcanzar el placer.

Estos son consejos orientados a cómo empezar, no se está diciendo cómo seguir, porque eso es enteramente de gusto personal. Pero el cómo iniciarse, puede estar mínimamente orientado por estas nociones.

Tercer consejo

La práctica exige buena capacidad de contacto, cierto espíritu ameno, alegre y seductor en el trato, flexibilidad para ubicarse en medio de los límites que ponen los demás y un gusto, un placer por pasarla bien.

No lo veo como algo del tipo: Di tanto, no me dieron cuanto, arriesgue, en cambio el otro no, eran pareja ocasional. No fue equitativo, disfrutó, solamente, el invitado. Él y solo él, satisfizo su fantasía, ahora toca satisfacer la mía. Ella y únicamente ella, logra volver realidad sus deseos más íntimos, ahora me toca a mí.

No lo veo así, pienso distinto. Creo que cada experiencia es única y tiene un valor y un alcance muy concreto en nuestro núcleo personal de vivencias. Hay que disfrutarla nos toque estar en el punto de la cosa en que estemos. Sea yo un invitado a un trío o el que invita. Si invito tengo que hacer que el invitado no se sienta incómodo, y si soy invitado tengo que ser respetuoso de la pareja que me recibe. En cualquiera de las dos situaciones ni di más, ni menos, ni satisfice yo lo mío o ella lo de ella. Es algo que se disfruta por lo que es y punto; otras experiencias tendrán alcances diferentes, pero su valor será por lo que ellas sean.

No son cosas –creo yo- que se hacen para complacer a alguien o para ponerse a prueba uno a sí mismo, son cosas que hacemos porque nos gusta y las disfrutamos.

La combinación que elija –si la acepto- es porque me gusta y agrada, no porque estoy pagando peaje para que me permitan disfrutar luego de mi fantasía.

El mejor consejo aquí, es vivir cada vivencia como única, irrepetible y aleccionadora, algo que nosotros nos pusimos a crear y a cocrear para que así sea.

CONCLUSIÓN

La primer experiencia en gran parte sella el destino de las posteriores. Por eso hay que ser cuidadoso. Si la primera no fue satisfactoria, cuesta mucho luego sacarse esa sensación. Se necesita dar con gente de buen trato, amable y comprensiva del hecho de que estamos viviendo un primer intento. Puede suceder, también, que sea la primera vez que están viviendo todos los que participan.

En las relaciones humanas no existe el juego de equivalencias: doy esto por aquello y cosas así, lo que sí existe es la igualdad; la situación cierta de que el hombre y la mujer se encuentran cómodos y se sienten bien cuando dan con sus iguales. No importa si soy el que da o el que recibe, lo que sí es crucial es si estoy con mis iguales y me siento libre.

Aquí habría que tener en cuenta lo siguiente: en el amor, todos lo sabemos, hay que dar sin esperar recibir. Ocurre que en la relación clásica –de a dos-, cada cual va con sus motivaciones al encuentro y esa situación le da un placer propio a cada uno, que es por otra parte de lo que ya tiene hábitos formados. El placer personal de la relación sexual es cómo el árbol que no deja ver el bosque; es como la piedra que al caer dijera: "caigo por mi propia voluntad", cuando en realidad es imantada por otra voluntad que la llama, en este caso, la gravedad terrestre. Con las relaciones interpersonales sucede algo parecido, solo que con esta variante: somos llamados a una relación entre iguales en dónde uno es el que imanta y otro es el imantado. Hay que asumirlo, es así y permitir que cada cual viva su determinación volitiva.

Todos los caminos conducen a lo mismo y creo que no es tan importante fijar una forma rígida de iniciación: como esa gente que quiere un cuarteto, primero, o los que quieren un trío con dos mujeres, como condición única. Mi criterio es que todas las variedades entroncan en una única y exclusiva fantasía. No importa por donde concretamente comencemos, son como las calles de una ciudad, se entra por determinadas vías de acceso, pero cuando se la recorre, se las transita todas.

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